martes, 2 de noviembre de 2010

Tiempo de Jugar



Las madres comentan en la puerta del colegio: _no se que le pasa a mi hijo, lunes y jueves va a fútbol, martes natación, miércoles ajedrez, viernes 4 horas de atletismo... sin embargo nunca se cansa!!!! Son las 2 de la madrugada y sigue despierto aunque se levantó a las 7 de la mañana. Además malhumorado, malas calificaciones... Este fin de semana está castigado hasta nuevo aviso, nada de amigos, nada de nada... no puede ser, ¡no tiene límites!_



La gran mayoría convergen en el mismo ¿problema?: niños hiperactivos, TDHA... medicaciones y tratamientos, castigos con un severo control -escolar, paterno, médico, extra escolar, alimenticio, cultural-

La carrera que hoy corren padres y madres, arrastrando también a sus hijos parece no tener meta, fin, o límites.

¿Quién no tiene límites realmente?

¿Quién no puede decir basta? Hasta acá hijo, vamos a jugar a lo que quieras, ya tuviste bastante hoy en el cole, ahora lo que resta del día sos libre.

-Cuando socializar no era una tarea solo institucional y el juego era libre-

¿Libre? En otras epocas nos sentíamos libres cuando sonaba el timbre a las 17 o a las 12, si, a la salida de la escuela. Nos juntábamos con amigos y amigas a JUGAR a lo que fuese, lo importante era compartir ese momento de creación, recreación, diversión o de no hacer nada. Simple y divertido. Ser niños significaba eso.

Disfrutar acostados en el pasto viendo las nubes pasar, percibiendo formas, imaginando que esa nube era un dinosaurio, o un ave, o una exótica especie marina... ¡en el cielo! Si, el cielo podía ser el mar si lo deseábamos o liberábamos nuestra fantasía.

Por momentos nos despertaba un delicioso aroma a flores de jazmín del jardín vecino o de mandarinas del arbolito de enfrente, o el vapor del postrecito casero de maicena con cascaritas de limón enfriándose en la ventana parecía llamarnos... irresistible.

Límites, claro que había límites: las cosas terminaban en algún momento. Las actividades estaban adecuadas a cada ritmo, a cada niño.

Y al final del día habíamos jugado tanto que a las 22 -cuando finalizaba el horario de protección al menor- y cantaba el topo Gigio, nos ibamos a dormir, previo cuento inventado o leído, obvio.

Dejarlos "hacer nada" cuando su cuerpo y mente lo necesitan (juntos) como actividad opuesta a la actual carga de ocupaciones, obligaciones y horarios (hiperactividad) tal vez sea la solución al problema de falta de límites que ellos, como un espejo, reflejan día a día.