"La vida nocturna, adicciones, comportamiento violento, delincuencia juvenil"
Para hacer una introducción a este tema, tomaremos como inicio la rebeldía del púber. Pero ¿qué es realmente?.
La rebeldía aparece como un choque de dos fuerzas: Por un lado, el deseo de la seguridad que le da la protección parental, y por otro, su deseo de autonomía, libertad y nuevas experiencias. El adolescente, en el mismo acto ,reconoce la autoridad pero intenta desconocerla y se rebela porque la presupone un obstáculo para la satisfacción de sus nacientes y nuevos intereses, íntimamente ligados al goce de no tener que rendir cuentas por sus propias experiencias.
En realidad, el adolescente se rebela, es decir desobedece, porque es la forma de defenderse de su propio deseo de mantenerse cobijado bajo la protección familiar. Al mismo tiempo, intuye que la rebeldía es la forma de desoír el deseo inconsciente de los padre que, sin proponerlo, quieren retenerlo.
El adolescente empezará a exhibir actitudes de desobediencia a medida que empiece a percibir señales de aceptación en nuevos grupos, que adquiera seguridad en el uso de nuevas prácticas y que se interese por cosas que sabe no serán totalmente aceptadas por sus padres. Se rebela para autoafirmarse, para demostrar a los padres y a sí mismo que él puede hacer lo que, en realidad, todavía no sabe.
El adolescente se desprende de normas y hábitos de la infancia y descubre en sí el efecto de nuevas experiencias, a ser uno y por sí.
Existen tres tipos distintos de rebeldía adolescente, la natural, la lógica o necesaria y la sintomática.
La natural es producto del intento natural de diferenciarse y autoafirmarse.
La lógica o necesaria es producto de una respuesta lógica a temores e inseguridades de los “adultos” frente a esta nueva etapa. Ésta ya no responde sólo a la edad sino que es provocada por actitudes contradictorias de los adultos, por ejemplo cuando prohíben lo que ayer permitieron, que se fundamentan y se sostienen en la inseguridad o el miedo.
La sintomática es el indicio de la existencia de un problema, un conflicto no resuelto o una enfermedad, las rebeldías se transforman en señales de que hubo cuestiones no resueltas que pueden ser históricas o actuales, que suelen estar relacionadas con desajustes en la función de la autoridad.
Y a este perfil del adolescente de por sí “rebelde”, podemos contextualizarlo: en un mundo que no es el mismo que vivieron nuestros abuelos, ni nuestros padres, ni siquiera se parece al que vivimos nosotros.
Es en este mundo de la comunicación, de la computación, de Internet, de las discotecas, de los horarios nocturnos, donde nuestros jóvenes tienen cabida al desarrollo de su sexualidad. “Todo” lo que siempre se escondió, “todo” aquello difícil de comprobar, de saber, aparece cotidianamente a través de los medios de comunicación, se instala como un familiar más en la mesa y comienza a formar parte de la vida cotidiana.
Teniendo en cuenta el culto que los jóvenes hacen de la amistad: se sienten presionados por sus grupos de pares. Presionados a copiar lo expuesto por los medios: actitudes, cuerpos esculturales y "confeccionados a medida", también el sexo, drogas, pequeños robos y actitudes violentas son publicidad del momento, a los cuales se debe acceder sin la debida información, contención, sin medir concecuencias. Todo puede desencadenar en graves consecuencias: adicción, sida, asesinatos, la muerte...
En la adolescencia los riesgos se acentúan y potencian porque las urgencias del joven por ser aceptado y reconocido, la necesidad de pertenecer a nuevos grupos, su autoestima que pasa por una verdadera prueba de fuego en esta etapa, las inseguridades que trae aparejadas y la cuota de omnipotencia juvenil resultante de todos estos movimientos psicológicos hacen que no pueda tomar previsiones en la misma forma que el adulto y se acerque peligrosamente a estos riesgos.
Hay otro factor muy importante presente en los adolescentes que es la música, para ellos la música es todo. Este fenómeno de la música tiene para los adolescentes no sólo el universo propio de los sonidos sino también el de sus intérpretes, el de los rituales compartidos de los adolescentes, de las disco, los compacts y los videoclips, y el de las solitarias sesiones con el walkman, el discman o el minicomponente. Esta normal afición de ellos por la música, es mal aprovechada por quienes desean imponer modelos autodestructivos.
La música sirve, en muchos casos, para comunicar las vivencias adolescentes y advertir sobre los riesgos. Pero hay algo particular en la música de esta época, que está directamente relacionada con la caída de modelos y la crisis de valores y de las ideologías.
Volviendo al tema de los riesgos, el adolescente es un ser ansioso de nuevas experiencias, emociones, desafíos, y al mismo tiempo, también un ser inmaduro para tomar las provisiones con respecto a los riesgos que ellas implican.
Por otra parte, el deseo y la ansiedad por vivir hacen que con frecuencia cierren los ojos a los riesgos o directamente los niegue.
En muchas ocasiones, no sólo reconoce el peligro sino que lo acepta como una manera de medirse a sí mismo y demostrar valor u osadía ante su grupo de pertenencia.
También suele vivir el riesgo como una fuente de placer, porque lo deja llegar hasta el borde de lo permitido y lo aceptado por las figuras de la autoridad.
Para tratar el tema del riesgo de comportamientos violentos, cuando está en “pandilla”, se siente fuerte y a menudo tiene ganas de no respetar las reglas de la vida social. Esto puede conducir a la delincuencia. Como hay una necesidad vital grupo, debe ser muy fuerte para resistir a las presiones de la pandilla.
Ciertos pequeños jefes de pandillas usan violentamente su poder para arrastrarlos en asuntos sórdidos, como si se tratara de actos de coraje. Es mucho más valiente resistírseles, conservar el sentido crítico y atreverse a no hacer todo como los demás. Y si es necesario ,abandonar la pandilla. Los que se burlan de esto son sin duda incapaces de tal valentía.
También el suicidio es un acto de violencia: violencia contra sí mismo. Sobreviene como respuesta a una violencia que habrían sufrido y por la cual se dejaron vencer. Es también una manera indirecta de ejercer violencia sobre quienes los rodean, pagándola con la vida. Un gran deseo de morir, es también un gran deseo de vivir una vida distinta de la propia. Creen que quieren morir, cuando lo que desean es nacer a otra vida.
Hablando de delincuencia:
Un delincuente es alguien que no logra vivir según los preceptos de la moral y las leyes que quieren que no se robe y no se agrada a los demás.
En la adolescencia se encuentran muchas cosas nuevas. De repente la pandilla, los compañeros, los amigos, se tornan muy importantes. Para salir juntos, ver y hacer cosas interesantes, hace falta dinero. Para estar a la moda y sentirse linda, también hace falta.
Entre los muchachos lo nuevo gira mucho alrededor de los bolsillos. Entonces no es raro que intenten llenarlos.
El adolescente suele sentirse como perforado de deseos y necesidades materiales, dentro de una sociedad tentadora que provoca con su cultura del consumo.
Mentir, robar, es siempre una manera de decir algo, de decir que no es feliz, que no se siente comprendido, que desearía más de los adultos, que quisiera cambiar su vida, que experimenta un sentimiento de injusticia.
En ocasiones roba porque está apresurado por crecer. Se impacienta y se disfraza de “grande”, de“adulto”.
Lo que intenta experimentar es un sentimiento de libertad o de riqueza interior, y aquí aparece la situación de robar cosas o dinero, porque no comprendió verdaderamente lo que buscaba. Y sucede que, a veces, los adultos tampoco comprendieron que en lugar de poner cosas, deben poner palabras.
Cuando uno ha robado, forzosamente se siente culpable y se arriesga a pagarlo caro.
La desigualdad de oportunidades es una realidad, se trata de una injusticia, pero el robo no es la manera inteligente de establecer la igualdad.
Sin embargo los adolescentes hurtan, pese a llevar dinero encima.
...“La delincuencia es una conducta suicida que combina un rechazo de la realidad con la búsqueda de la facilidad y de la provocación. Los pequeños robos de sábado por la tarde, se cometen sin pulsión criminal. Pero se pagan caro. La emoción, la tensión erótica hacen olvidar por unos instantes el aburrimiento o el miedo de vivir.” (extraído de “La causa de los adolescentes” de Francoise Dolto. Pág. 119.)
La droga es una de los grandes riesgos y trampas de nuestra época, porque derriba traicioneramente vidas plenas de porvenir. Las drogas sean duras o blandas, legales o ilegales, inducen a la dependencia, la que puede ser más o menos fuerte. El consumo de drogas alcanza todos los niveles sociales y todas las edades.
Hay que distinguir entre los adolescentes que se drogan por “curiosidad” y cuya práctica es episódica, y aquellos que utilizan las drogas en una forma cotidiana sin poder prescindir de ellas. A éstos, la utilización de las drogas puede llevarles a la violencia, el abandono escolar, la prostitución y la venta de las mismas.
Recordemos que la droga es una enfermedad de la comunicación. Y la primera vez que se consume es para no ser rechazados por el círculo de amigos, son los llamados consumidores de fin de semana; es una fase de tolerancia, de uso. Es una dependencia psicológica.
Los adolescentes no sólo consumen en los momentos de decepción y fracaso, sino para bromear, para distraerse. De una manera casi ritual, los estudiantes se pasan un faso, una cerveza, si no es más..., incluso cuando “está todo bien”, están contentos de compartir juntos. Es su manera de vivir en el grupo.
En una segunda fase cuando se comienza a instalar la dependencia física, donde hay búsqueda de otras drogas, aumento de dosis. En la fase física hay un deterioro con las redes familiares. En la escuela hay falta de atención, encerrarse en sí mismo, retraimiento, cambios de conducta. Es donde ya hay abuso.
La tercera fase es de adicción, con dependencia física, se consume cada vez más y es una búsqueda compulsiva.
Con las drogas duras, la dependencia es física y fuerte. El cuerpo empieza a necesitarla y esa necesidad es tan dolorosa que uno está dispuesto a todo para colmarla. Algunos roban y otros hasta llegan a matar. En tal estado, ya no hay vínculos de amistad o de familia que se sostengan.
Con las drogas suaves, la dependencia es menos física. Es sobre todo mental. Es una costumbre muy poderosa y duele deshacerse de ella.
Todas las drogas tienen en común colmar un vacío interior. Son productos que intentan reemplazar las palabras, los intercambios o la creatividad que uno no logra sacar por sí solo. Se sufre de aislamiento y la droga atrapa aislando todavía más.
En la droga se encuentra un sentimiento de no realización, ya nada es como en aquella realidad que ya no se soporta. Uno huye de su tristeza llenándose el estómago, las venas o los pulmones con algo “bueno”.
Hacer la experiencia de probar alguna droga no es un drama, pero desde que uno se siente en peligro con relación a eso, es absolutamente necesario encontrar el valor de hablar con un adulto de confianza antes que las cosas vayan más lejos.
Cuando se trata de droga, todo es tramposo. A menudo por curiosidad se llega a probar la droga. Se cree que será solo para ver de que se trata y que uno sabrá conservar las distancias, detenerse de inmediato. El tabaco, la yerba o el alcohol compartidos pueden dar una sensación de euforia, uno se siente bien, habla fácilmente, se siente más fuerte, seguro, menos tímidos, es agradable. Hay que parar allí. Más allá, se pierde el control de sí mismo y de nuevo, uno retorna al encierro de su soledad.
Con las drogas duras la dependencia llega mucho más rápido y se encuentran arrinconados sin haber tenido tiempo de darse cuenta.
El consumo de drogas está casi siempre vinculado a un grupo de compañeros. Como la necesidad de compañeros y amigos es vital, resulta difícil resistir a sus presiones. Teme ser rechazado por el grupo y volver a encontrarse solo.
La curiosidad es simultáneamente la mejor y la peor de las cosas. Hay que saber conservar un espíritu crítico para no caer en riesgos peligrosos.
...“Con la droga uno se olvida de la higiene cotidiana, no se cambia de ropa. Se vive desprolijo, asqueroso. Hay una especie de resbalón hacia la vida nocturna. Se olvida de la vida verdadera. Uno se levanta a las 3 de la tarde come cualquier cosa, no importa como. Lo único es esa vida de mierda que importa estar de onda, de lo que van a hacer los compañeros, saber si allí habrá droga, de dónde viene, y si es buena o mala.” Comentario de un adolescente.
Sabemos que la droga se apoya esencialmente en tres pilares: la oferta del producto, el mercado potencial óptimo (la juventud) y los factores facilitadores.
Con respecto a la oferta de producto, la droga se filtra hoy en la cultura y posibilita su demanda. Su comercio es actualmente uno de los negocios más lucrativos a nivel mundial. Es por eso que las estructuras de comercialización no reparan en utilizar los recursos más modernos de marketing.
Según investigaciones, los adolescentes saben cómo conseguir sin ninguna dificultad drogas legales e ilegales. Además de conocer su precio, sus características y sus efectos. A su vez productores y distribuidores, saben perfectamente cuáles son los sectores más proclives al consumo, y a ellos dirigen toda la actividad comercial.
En relación al mercado potencial óptimo, el “mercado” está constituido por aquellos sectores que pueden ser más fácilmente tentados por un determinado producto. Y la edad de iniciación es cada vez más temprana en los adolescentes. Es pues que está enfocado mayormente hacia la adolescencia, ya que es una etapa de transición y de pasaje, es un período de vulnerabilidad y de cierta fragilidad.
Hoy fácilmente se llega a un estado de ebriedad todos los sábados por la noche. Sería preciso comprender qué simbolismo tiene la ambición de bebida, la necesidad de droga. Todos los medios artificiales de placer proceden del hecho de que la satisfacción material de las necesidades se ha visto facilitada por la civilización y la tecnología.
Con relación a los factores facilitadores podemos citar el distanciamiento excesivo del grupo familiar, los medios masivos de comunicación, caída de ideales tradicionales y descreimiento en la política.
Sabemos que estos adolescentes suelen brindar señales en las que nos podremos basar:
* Exagerado aislamiento
* Rebeldía con expresiones de violencia
* Amistades con característica muy distintas de la cultura del grupo familiar
* Demanda excesiva de libertad
* Signos de gran insatisfacción
* Marcada intolerancia
* Ausencia casi permanente de la casa
* Signos de hipoafectividad o indiferencia
* Apatía, abulia y falta de deseo de comunicarse
* Marcado aburrimiento
* Manejo irregular del dinero
* Mentiras reiteradas
* Conductas extrañas
* Hábito de consumo de bebidas alcohólicas
Mediante el lenguaje, la creatividad y la convivencia, pueden evitarse la violencia y el sufrimiento. Compartiendo con otros los sentimientos que la violencia hace experimentar, se la desaloja. Es sin duda, porque la sociedad hace sufrir una gran violencia a los adolescentes de hoy, una violencia simbólica. La trampa reside en que, cada vez más tienden a consumir la cultura individualmente con su walkman, su televisión, su computadora. O sino cuando se agrupan es para consumir pasivamente.
Si no hay comunicación, discusión de lo que han visto o escuchado, si ni hay creación... realmente no vale la pena agruparse.
Por eso tienen que buscar grupos donde puedan encontrarse juntos para intercambiar ideas sin perder el sentido crítico, y crear algo.
Queremos destacar que la producción y distribución de la droga en general, ha cobrado hoy un alcance tan vasto que parece hacer fracasar todos los planes de erradicación, supresión o control.
Por ello y frente a la dificultad de combatirla, existe coincidencia en la total y absoluta importancia de prevención.